miércoles, 24 de agosto de 2011

El hambre y la razón

Acabo de leer Un artículo demagógico de Luis del Val en El Periódico del pasado día 24, en el que el autor se remueve frente al contraste en la prensa entre la publicidad de una clínica de lujo que cobra "por matar de hambre a los clientes", sustituyendo la comida con masajes y consejos, y a vuelta de página -es una licencia literaria-, la historia de una madre somalí, dejando a sus hijos muertos a lo largo de su camino a ninguna parte (dos de tres llevaba perdidos ya; hoy igual no vive ni ella).
Y hoy me voy a mojar porque llevo una náusea ya muchos días por culpa de otro contraste, tal vez mayor: el que se ha venido produciendo en la pantalla del televisor entre las imágenes del África hambrienta y del jolgorio eclesiástico que se ha montado estos días.
Os aseguro que no me gusta arremeter contra la Iglesia, porque en su nombre se hacen cosas muy loables, muchas de ellas en esos sitios "absolutamente olvidados de Dios". Además, generalizar siempre es injusto. Pero esta historia -parafraseando a Pascal- se le escapa tanto a mi razón como a las razones de mi corazón.

...el mismo hotel...

La cantidad de dinero que se ha movido para llevar a cabo el evento, en el más modesto de los cálculos, hubiera supuesto uno de los empujones más significativos en esa lucha tan compleja contra el hambre y las enfermedades en aquella zona. Eso sí, ahora se mandará a África la enorme cantidad de comida que sobró (en algún reportaje se veía comida sin abrir entre la basura que dejaron) que, como todo lo que se manda a África, acabará llegando mermada a los campamentos porque, hasta donde sabemos, el problema del hambre allí va más allá de la falta de comida.
La especie animal a la que pertenezco me suele avergonzar a menudo porque debería utilizar esa anomalía intelectual que nos distingue (no mucho, pero significativamente), en hacer del mundo un lugar confortable y no lo contrario, que es lo que pasa cuando muchos individuos renuncian a la razón (¿por qué?) en interés de unos pocos.