martes, 8 de diciembre de 2015

A don Juan León Domínguez Martínez

A mi maestro,
que ayer supe que se ha ido.

El otoño de nuevo se me encara
arrancando las hojas que resisten.
Me espabila de golpe, me despoja
de mis alucinaciones
y me dice con aliento de vinagre
que la brisa de mis noches de celindas
solo está ya en mi cabeza,
en el cajón hinchado que contiene
los tiestos que se han roto en el camino.

Ahora te vas.
No sé con quién ni sé a qué puesto. (¡Cómo podría!)
Tampoco sé muy bien cómo rezarte.
A lo mejor, "sea yo tu ahora";
un ahora vuelto sepia y desvaído
como aquellos baberos
de la foto en el patio,
o el olor a virutas
del pupitre de clase.

No vuelvas la cabeza, no hace falta.
Volveremos a invocar la primavera
y encontraremos tras tus pasos elegantes
aquel sutil aroma
de abrótano indeleble.

A. Álvarez,
diciembre de 2015


Hace cuatro años, comiendo en casa.



lunes, 25 de mayo de 2015

Una carta de gratitud

     El día 7 de abril de 2015 encontré por sorpresa, en el restaurante en donde se suponía que íbamos a comer Pilar y yo con Paco y Nata, a una cuarentena de amigos, compañeros los más, pero no todos, que me esperaban para agasajar los años de dedicación a mantener en la Escuela el espíritu humanista de Don Benito, su fundador. He querido agradecerlo con esta carta:

Badajoz, a 23 de marzo de 2015
     Queridos compañeros. Amigos.
     Aunque sea el correo electrónico el vehículo de estas palabras, creo que no se os escapará a la mayoría que están escritas con pluma, con una de mis plumas, viejas confidentes, porque por sus capilares se han acostumbrado a escapar de los míos, deshilachadas, las cosas que no quieren quedarse dentro.
     “Nobleza obliga…”, decía Don Antonio, mi maestro y mi amigo, cuyo sacrificio al decirlo puede que yo conozca como pocos y, por eso, agradezca como nadie. Es "contra naturam" que sea el maestro el que agasaje al discípulo. Es un raro honor que sobrepasa, con mucho, el dudoso mérito de hacer lo que a uno le gusta.
     Obligado quedé yo (no podía ser de otra manera)  a manifestaros nuestra gratitud con esta breve nota.
     He dejado pasar unos días para escribirla por evitar que la sorpresa, la perplejidad y la emoción (por ese orden) tomaran por su cuenta las riendas del trazo y lo enmelaran en exceso. Demorarlo más no tiene caso:
     Muchas gracias, amigos.
     Sobre todo por serlo, pero también por estar, por hacer que el recuento evidencie la suerte que Pilar y yo tenemos, ella jueza y parte en esto, "leitmotive" en casi todo lo demás.
     Estamos en deuda con cada uno de vosotros y así queremos que os conste.
     Un fuerte abrazo de los dos.


sábado, 16 de mayo de 2015

Un breve relato musical para el día del libro

     Radio clásica propuso el enredo: mandar relatos relacionados con la música, de alrededor de 100 palabras, para emitirlos el día del libro. Éste no fue uno de los ocho seleccionados, así que, para que no sea pasto de la ignorancia más absoluta, os lo regalo.
     En la estancia contigua sonaba aquel vals.
     Ya era tarde y la fiebre aumentaba entre el humo, el coñac y los violines.
     No sé bien si ya estaba dormido. Un agudo continuo en mis tímpanos velaba aquel manojo de notas que solía enlazar mi brazo alrededor de tu cintura, bailando. “Este vals, este vals, este vals”: es el corazón, que ha perdido el ritmo binario y marca “in crescendo” una sofocante arritmia en compás de tres por cuatro.
     Me incorporo angustiado y caigo al fin rendido. El alba desvanece el aquelarre sin campanas. En mi cabeza tan sólo aquel golpe de timbal que dio la puerta tras de ti cuando te fuiste.

A. Álvarez,
abril de 2015.
     Hay que oir a Musorgsky en el fondo (Una noche en el monte pelado), y sentir a Lorca en el ensueño (Pequeño vals vienés), puede que en la estela rítmica del grabado de Naranjo.