martes, 30 de agosto de 2011

Niña de mis horas

A Marta, en su 20 cumpleaños

Niña de mis horas superpuestas,
niña de tus horas repartidas.

Tu metrónomo loco va marcando mis tiempos:
horas de casi ningún segundo,
otras horas infinitas.

Horas que planean (todo el tiempo planean)
entre el cielo y la nuca,
entre la nuca y el vientre
(a veces se posan);
y todas me dejan aromas diferentes,
sabores diferentes:
a frutas, a azahar,
a cedro;
también a sal y a café.

Niña de mis horas voladoras
desde las armonías de tu presentimiento.
Tú le pusiste alas a mis horas
y le diste sabores a sus vuelos.
Ellas a cambio siguen, como siempre,
pendientes de tu sueño.

A. Álvarez
Agosto de 2011

miércoles, 24 de agosto de 2011

El hambre y la razón

Acabo de leer Un artículo demagógico de Luis del Val en El Periódico del pasado día 24, en el que el autor se remueve frente al contraste en la prensa entre la publicidad de una clínica de lujo que cobra "por matar de hambre a los clientes", sustituyendo la comida con masajes y consejos, y a vuelta de página -es una licencia literaria-, la historia de una madre somalí, dejando a sus hijos muertos a lo largo de su camino a ninguna parte (dos de tres llevaba perdidos ya; hoy igual no vive ni ella).
Y hoy me voy a mojar porque llevo una náusea ya muchos días por culpa de otro contraste, tal vez mayor: el que se ha venido produciendo en la pantalla del televisor entre las imágenes del África hambrienta y del jolgorio eclesiástico que se ha montado estos días.
Os aseguro que no me gusta arremeter contra la Iglesia, porque en su nombre se hacen cosas muy loables, muchas de ellas en esos sitios "absolutamente olvidados de Dios". Además, generalizar siempre es injusto. Pero esta historia -parafraseando a Pascal- se le escapa tanto a mi razón como a las razones de mi corazón.

...el mismo hotel...

La cantidad de dinero que se ha movido para llevar a cabo el evento, en el más modesto de los cálculos, hubiera supuesto uno de los empujones más significativos en esa lucha tan compleja contra el hambre y las enfermedades en aquella zona. Eso sí, ahora se mandará a África la enorme cantidad de comida que sobró (en algún reportaje se veía comida sin abrir entre la basura que dejaron) que, como todo lo que se manda a África, acabará llegando mermada a los campamentos porque, hasta donde sabemos, el problema del hambre allí va más allá de la falta de comida.
La especie animal a la que pertenezco me suele avergonzar a menudo porque debería utilizar esa anomalía intelectual que nos distingue (no mucho, pero significativamente), en hacer del mundo un lugar confortable y no lo contrario, que es lo que pasa cuando muchos individuos renuncian a la razón (¿por qué?) en interés de unos pocos.

martes, 16 de agosto de 2011

Otra vez el Generalife. Otra vez Lorca

Otra vez el embrujo granaíno, como un atractor gravitacional, nos lleva en una espiral hipnótica a su tela de araña verde (que te quiero verde) en donde suele descansar los veranos, año tras año, el de Fuentevaqueros.

Pilar y yo en el Generalife, antes de la representación

Esta vez era anfitriona del poeta la bailaora (granaína, ella también) Eva Yerbabuena, que compone un retablo con determinados ambientes y situaciones que fueron la cuna en la que Federico crió a Lorca. (Federico según Lorca, se llama la obra. No está mal puesto el nombre.)
Magnífica la alegoría inicial del tiempo, con música contemporánea y estética daliniana en la que los brazos de la bailaora (horario y minutero locos) van perdiendo rigidez, convirtiendo el movimiento en sinuosa caída (flácido desparrame) que precipita a (que precipita en) un desarrollo atemporal de la obra, ya que esta primera parte, llena de espíritu veintisietesco (Buñuel presente con su mirada inquieta), da paso al núcleo central de la misma, en la que el costumbrismo deja los cuadros flamencos más interesantes de la noche: los palos se suceden de la bulería a la soleá ensombreciendo con monotonía creciente las vivencias lorquianas que uno reconoce tanto en los poemarios (el Romancero, sobre todo) como en la obra teatral (Doña Rosita la soltera y La casa de Bernarda Alba). Y en la última parte (algo peor resuelta, para mi gusto), de nuevo la alegoría, lo onírico, lo subrrealista… El títere (su gigante tamaño, en inversa proporción a la escala normal) recoge finalmente los despojos abandonados de aquellos deseos castigados, humillados y proscritos, revividos en los cuadros anteriores.
Fue, por tanto, otra carga de hechizos (innecesarios) en los que tanto nos gusta caer.

Granada, 16 de agosto de 2011