viernes, 1 de julio de 2016

Indignado por la isensibilidad de Carlos V

Estoy indignado.
He pasado el fin de semana en Granada, en un apartamento desde cuya terraza se ve la Alhambra erguirse majestuosa y serena sobre la ciudad. La noche había caído al llegar a la casa y la imagen iluminada del monumento pedía a gritos ser guardada (una vez más, junto a otras miles) para su recuerdo, innecesario a todas luces.
Pero esta vez ha sido distinto; esta vez he visto el disparate (¡cómo no me di cuenta antes!): Por encima del lienzo central de la muralla se levanta una forma paralelepipédica, casi cúbica, que rompe sin pudor el perfil almenado de la defensa árabe, con un escandaloso estilo muy posterior a la construcción que llorara Boabdil.
El abominable paralelepípedo.
-¿Quién concibió tal aberración? -grité al ser consciente de la excrecencia.
-Es un palacio que construyó Carlos V una vez que pasó por aquí -respondió un vecino de patio que había salido al balcón al oír mi lamento.
No me lo podía creer. ¿No hubo amigos de Granada capaces de parar tal desatino? ¿No los hay ahora capaces de remediarlo haciendo valer leyes, y hasta jurisprudencia, ante la infalible razón de la justicia?
Granadinos, yo levanto mi voz con la vuestra y reivindico con vosotros la necesidad de derribar de inmediato al menos las dos plantas superiores del caprichoso engendro monárquico que está distorsionando el embrujo que siempre me acompañó en esta tierra bendita de Dios, o de Alá, o de quien sea.
Si hay justicia, así será.
Alfredo Álvarez,
Granada y julio de 2016