Buenas tardes, señoras, señores; amigos de la palabra, amigos de la poesía.
Lo primero que me pide el cuerpo y que me exige el alma es
agradecerle al poeta la insensata invitación que me ha hecho para que le
presente esta tarde. Si no lo conociera hubiera pensado que no tiene amigos en
este mundo apasionante de la palabra, en el que yo sólo me muevo como un simple
lector de a pie. Pero como lo conozco, sé que no le falta, ni en su mundo, ni
el mío, ni en el que compartimos ambos, un ejército de amigos que a la más
sutil insinuación hubieran ocupado el sitio que yo ocupo sin merito ninguno.
Y es que José Luis Bernal Salgado, a quien hoy dedica la
RUCAB su Café de Autor, ha sido siempre un exitoso cultivador de amistades; es
más, me atrevo a decir que José Luis Bernal es, en el más completo sentido del
término, un seductor. Si a su afable personalidad y a su inteligencia natural
se las arma con el filo preciso de su palabra, el resultado es esa seducción de
la que es difícil escapar y que le ha rodeado de un amplio grupo de amigos que
conforman el citoplasma que cobija el núcleo de su
yo interior, el que va a radiografiar en su obra literaria y al que
yo trataré de acercarme para Vds. en esta brevísima presentación.
Las palabras son, como digo, el arma y el escudo con las que
José Luis se enfrenta a un mundo (a veces más amable, a veces más hostil) con
el que interactuar y en el que vivir. De ese mundo compartimos la Academia.
José Luis es un hombre de Academia. El canon del universitario bien podía
marcarse con sus medidas. Tres décadas largas en el claustro de nuestra
universidad lo avalan. Ha sido incluso Secretario General, haciendo de la parte
más rutinaria de la gestión un arte que aún se recuerda:
–Extraño oficio para un poeta –escribió alguien– ¡Qué
equivocados! ¿Quién mejor que un poeta para hacer memoria de las palabras? –y añadía–
…has demostrado que en literatura existe la piedra filosofal y se puede hacer
áurea la estadística más taciturna.
En la actualidad es Decano de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Extremadura, de la que es Catedrático de Literatura
Española, y en donde ha desarrollado su brillante carrera académica, docente e
investigadora, alrededor de la Generación del 27, con Gerardo Diego como centro
de atención no exclusivo, y sin desatender la literatura extremeña en todo su
espectro (desde Rodríguez Moñino hasta la
no
sé si llamar Generación del 59, en la que
no se si incluir al propio José Luis; esto ya se escapa mucho de
mis pretensiones).
De su obra académica no voy a hablar (ediciones poéticas,
ensayos, artículos, etc.). Ni tampoco de los premios que ha merecido por ella y
que pueden encontrarse en internet con facilidad. Baste como botón de muestra,
botón dorado, eso sí, el VII Premio Internacional Gerardo Diego de Investigación
Literaria, que es obligado referir por su importancia.
Pero como digo, no quiero pararme en esto; hoy quiero
centrarme en su obra de creación literaria.
Esta la componen tres libros tan espaciados en el tiempo que
se pueden decir los tres “nacidos del silencio”.
El primero ve la luz en 1983 (obra de sus 20 años). Se llama “
Primavera invertida” y viene a ser un
ensueño, en algún modo precognitivo, con el que el autor pone a prueba sus
habilidades poéticas con éxito, ya que con esta obra gana el I Premio
Constitución de Poesía.
En 1990 (8 años más tarde), la Editora Regional de
Extremadura publica “
El alba de las rosas”
(obra de sus 30 años), que había ganado el Premio Cáceres Patrimonio de la
Humanidad. En esta obra el autor (desde su núcleo mismo) toma conciencia del
despertar, asimilando, sin desorden, cada rayo de luz que lo espabila. La vida
se descubre como lo más bello, como lo más frágil, como lo más efímero, pero sin
perder la esperanza (
La noche, larga, ha
de acabar en alba, cita a Brines) pero sin perder del todo el miedo y la
tristeza (
Mira el breve minuto de la rosa,
cita a Carnero). Y luego escribe:
Como el mar descabalga
en la fiel escribanía de la arena,
la claridad inunda sin tardanza
los lechos de la sombra,
soledades de luz,
donde yace la noche con el alba.
O
Cómo se vuelve el día en este juego
de occidente a occidente y viceversa.
En este ritmo, no del todo cómodo, comienza a despertar el
poeta.
Y en ese duermevela pasan 25 años de silencio, hasta que, de pronto,
de nuevo desde el silencio, José Luis Bernal parece querer cerrar el paréntesis
abierto con “
El alba…”, publicando
este “
Tratado de ignorancia” (obra de
sus 50 años, en esa esquina incómoda en la que comprendemos
la medida fugaz de la dicha y el beso –y
esto ya no es una cita, sino un lamento).
El poeta se mueve en un mar muy distinto al de “
El alba…”. La incertidumbre de entonces
se tiñe, sin perder el tono, de catástrofe. Podría ser la aceptación de un
destino que anticipa, que parece querer dejar cerrado antes de tiempo, en esa
vuelta a la ignorancia que no es más que la vuelta al comienzo, antes del alba,
de la vida, de los recuerdos y de la certidumbre, por ese orden.
El primer poema del libro,
Breve tratado de ignorancia, es, para no dejar nada al azar, una
completa declaración de intenciones:
Todo comenzó con el olvido,
con el olvido mismo,
no con su habitación.
Con esa espesa niebla que congela las rosas.
Es esa niebla la que da fondo a toda la obra. La niebla
infinita de los cuadros de Turner durante las tormentas o tras ellas,
amortajando los escombros del desastre. La niebla que desdibuja los recuerdos y
convoca al olvido como puerta final a la ignorancia primera.
Y por encima de todo, las palabras. Este es el verdadero nexo
entre las obras comentadas. Las palabras de cuya lentitud se queja el poeta y
nosotros con él, pero que no dejan de ser (abusando de sus versos)
las que conocen sus olvidos y sus dones, la
precisa razón que le empuja a vivir, y a recordar que vive contra viento y
marea.
Y nada más debo añadir ahora, salvo que el libro se enmarca
en lo que a mí me parece una excelente colección de lectura obligada de poetas
extremeños de las últimas generaciones, entre los que destaca José Luis Bernal por
derecho. Esta colección es
Luna de
Poniente y la editora,
De la Luna Libros.
Eso es todo. Mi intención con estas pinceladas ha sido tan
solo acercarles brevemente al poeta y ponerles la obra que nos va a leer ahora
en el contexto que a un servidor le sugiere, pero ya les digo, estoy aquí sin más credenciales que
la amistad. Vds. sabrán perdonar mi atrevimiento.
He dicho.
En Badajoz y a 18 de abril de 2017