lunes, 16 de julio de 2018

Para Mariángeles, en un mal momento



Badajoz y julio de 2018
Querida "Angels",

Querría paliarte la tristeza, pero la tristeza se tiene que ir sola. Se irá como se va la niebla. Es cuestión de tiempo, el mismo tiempo que mueve las manecillas del reloj sin que parezca que se están moviendo, pero que un buen día se vuelve denso y te pasa por encima como un vendaval.

Yo tuve esta sensación cuando me pasó a mí. El hilo del que pendía la vida desgastada de mis padres me unía de una forma también vital a mi pasado y cuando finalmente el hilo se rompió, mi pasado se convirtió de golpe en un recuerdo desconectado de mi y triste.
No es sencillo de explicar, pero tal vez algo parecido te pase a ti ahora y, si es así, escucha mi segunda parte. No te quitará la tristeza, pero puede hacer que dejes de sentirla tan severa, tan inmóvil.

La niebla se disipó con el tiempo que mueve las manecillas del reloj; despacio pero eficaz en su limpieza. Se llevó los malos recuerdos (o los escondió) dejando un paisaje claro y limpio. Ahora, cuando miro hacia atrás, veo ese pasado mío (desconectado, sí, pero no triste) con la gratitud de justicia y con la añoranza justa.

Y, lo más importante: cuando pienso en ellos ahora, no puedo evitar esbozar una sonrisa.

Un beso enorme.

viernes, 21 de abril de 2017

Presentación de una lectura poética


Café de Autor en la RUCAB
Presentación de la lectura de "Tratado de ignorancia",
de José Luis Bernal Salgado,
por Alfredo Álvarez García


Buenas tardes, señoras, señores; amigos de la palabra, amigos de la poesía.
Lo primero que me pide el cuerpo y que me exige el alma es agradecerle al poeta la insensata invitación que me ha hecho para que le presente esta tarde. Si no lo conociera hubiera pensado que no tiene amigos en este mundo apasionante de la palabra, en el que yo sólo me muevo como un simple lector de a pie. Pero como lo conozco, sé que no le falta, ni en su mundo, ni el mío, ni en el que compartimos ambos, un ejército de amigos que a la más sutil insinuación hubieran ocupado el sitio que yo ocupo sin merito ninguno.
Y es que José Luis Bernal Salgado, a quien hoy dedica la RUCAB su Café de Autor, ha sido siempre un exitoso cultivador de amistades; es más, me atrevo a decir que José Luis Bernal es, en el más completo sentido del término, un seductor. Si a su afable personalidad y a su inteligencia natural se las arma con el filo preciso de su palabra, el resultado es esa seducción de la que es difícil escapar y que le ha rodeado de un amplio grupo de amigos que conforman el citoplasma que cobija el núcleo de su yo interior, el que va a radiografiar en su obra literaria y al que yo trataré de acercarme para Vds. en esta brevísima presentación.
Las palabras son, como digo, el arma y el escudo con las que José Luis se enfrenta a un mundo (a veces más amable, a veces más hostil) con el que interactuar y en el que vivir. De ese mundo compartimos la Academia. José Luis es un hombre de Academia. El canon del universitario bien podía marcarse con sus medidas. Tres décadas largas en el claustro de nuestra universidad lo avalan. Ha sido incluso Secretario General, haciendo de la parte más rutinaria de la gestión un arte que aún se recuerda:
–Extraño oficio para un poeta –escribió alguien– ¡Qué equivocados! ¿Quién mejor que un poeta para hacer memoria de las palabras? –y añadía– …has demostrado que en literatura existe la piedra filosofal y se puede hacer áurea la estadística más taciturna.
En la actualidad es Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura, de la que es Catedrático de Literatura Española, y en donde ha desarrollado su brillante carrera académica, docente e investigadora, alrededor de la Generación del 27, con Gerardo Diego como centro de atención no exclusivo, y sin desatender la literatura extremeña en todo su espectro (desde Rodríguez Moñino hasta la no sé si llamar Generación del 59, en la que no se si incluir al propio José Luis; esto ya se escapa mucho de mis pretensiones).
De su obra académica no voy a hablar (ediciones poéticas, ensayos, artículos, etc.). Ni tampoco de los premios que ha merecido por ella y que pueden encontrarse en internet con facilidad. Baste como botón de muestra, botón dorado, eso sí, el VII Premio Internacional Gerardo Diego de Investigación Literaria, que es obligado referir por su importancia.
Pero como digo, no quiero pararme en esto; hoy quiero centrarme en su obra de creación literaria.
Esta la componen tres libros tan espaciados en el tiempo que se pueden decir los tres “nacidos del silencio”.
El primero ve la luz en 1983 (obra de sus 20 años). Se llama “Primavera invertida” y viene a ser un ensueño, en algún modo precognitivo, con el que el autor pone a prueba sus habilidades poéticas con éxito, ya que con esta obra gana el I Premio Constitución de Poesía.
En 1990 (8 años más tarde), la Editora Regional de Extremadura publica “El alba de las rosas” (obra de sus 30 años), que había ganado el Premio Cáceres Patrimonio de la Humanidad. En esta obra el autor (desde su núcleo mismo) toma conciencia del despertar, asimilando, sin desorden, cada rayo de luz que lo espabila. La vida se descubre como lo más bello, como lo más frágil, como lo más efímero, pero sin perder la esperanza (La noche, larga, ha de acabar en alba, cita a Brines) pero sin perder del todo el miedo y la tristeza (Mira el breve minuto de la rosa, cita a Carnero). Y luego escribe:
Como el mar descabalga
en la fiel escribanía de la arena,
la claridad inunda sin tardanza
los lechos de la sombra,
soledades de luz,
donde yace la noche con el alba.
O
Cómo se vuelve el día en este juego
de occidente a occidente y viceversa.
En este ritmo, no del todo cómodo, comienza a despertar el poeta.

Y en ese duermevela pasan 25 años de silencio, hasta que, de pronto, de nuevo desde el silencio, José Luis Bernal parece querer cerrar el paréntesis abierto con “El alba…”, publicando este “Tratado de ignorancia” (obra de sus 50 años, en esa esquina incómoda en la que comprendemos la medida fugaz de la dicha y el beso –y esto ya no es una cita, sino un lamento).
El poeta se mueve en un mar muy distinto al de “El alba…”. La incertidumbre de entonces se tiñe, sin perder el tono, de catástrofe. Podría ser la aceptación de un destino que anticipa, que parece querer dejar cerrado antes de tiempo, en esa vuelta a la ignorancia que no es más que la vuelta al comienzo, antes del alba, de la vida, de los recuerdos y de la certidumbre, por ese orden.
El primer poema del libro, Breve tratado de ignorancia, es, para no dejar nada al azar, una completa declaración de intenciones:
Todo comenzó con el olvido,
con el olvido mismo,
no con su habitación.
Con esa espesa niebla que congela las rosas.
Es esa niebla la que da fondo a toda la obra. La niebla infinita de los cuadros de Turner durante las tormentas o tras ellas, amortajando los escombros del desastre. La niebla que desdibuja los recuerdos y convoca al olvido como puerta final a la ignorancia primera.
Y por encima de todo, las palabras. Este es el verdadero nexo entre las obras comentadas. Las palabras de cuya lentitud se queja el poeta y nosotros con él, pero que no dejan de ser (abusando de sus versos) las que conocen sus olvidos y sus dones, la precisa razón que le empuja a vivir, y a recordar que vive contra viento y marea.
Y nada más debo añadir ahora, salvo que el libro se enmarca en lo que a mí me parece una excelente colección de lectura obligada de poetas extremeños de las últimas generaciones, entre los que destaca José Luis Bernal por derecho. Esta colección es Luna de Poniente y la editora, De la Luna Libros.
Eso es todo. Mi intención con estas pinceladas ha sido tan solo acercarles brevemente al poeta y ponerles la obra que nos va a leer ahora en el contexto que a un servidor le sugiere, pero ya les digo, estoy aquí sin más credenciales que la amistad. Vds. sabrán perdonar mi atrevimiento.
He dicho.
En Badajoz y a 18 de abril de 2017

viernes, 1 de julio de 2016

Indignado por la isensibilidad de Carlos V

Estoy indignado.
He pasado el fin de semana en Granada, en un apartamento desde cuya terraza se ve la Alhambra erguirse majestuosa y serena sobre la ciudad. La noche había caído al llegar a la casa y la imagen iluminada del monumento pedía a gritos ser guardada (una vez más, junto a otras miles) para su recuerdo, innecesario a todas luces.
Pero esta vez ha sido distinto; esta vez he visto el disparate (¡cómo no me di cuenta antes!): Por encima del lienzo central de la muralla se levanta una forma paralelepipédica, casi cúbica, que rompe sin pudor el perfil almenado de la defensa árabe, con un escandaloso estilo muy posterior a la construcción que llorara Boabdil.
El abominable paralelepípedo.
-¿Quién concibió tal aberración? -grité al ser consciente de la excrecencia.
-Es un palacio que construyó Carlos V una vez que pasó por aquí -respondió un vecino de patio que había salido al balcón al oír mi lamento.
No me lo podía creer. ¿No hubo amigos de Granada capaces de parar tal desatino? ¿No los hay ahora capaces de remediarlo haciendo valer leyes, y hasta jurisprudencia, ante la infalible razón de la justicia?
Granadinos, yo levanto mi voz con la vuestra y reivindico con vosotros la necesidad de derribar de inmediato al menos las dos plantas superiores del caprichoso engendro monárquico que está distorsionando el embrujo que siempre me acompañó en esta tierra bendita de Dios, o de Alá, o de quien sea.
Si hay justicia, así será.
Alfredo Álvarez,
Granada y julio de 2016

viernes, 22 de abril de 2016

A José Luis Bernal, por su Cátedra

Afortunado el hombre que tiene tiempo para esperar
CdlB

Iba a escribirte cosas como esta:
“Has tenido paciencia, amigo mío,
y consigues al fin el justo logro”,
o estupideces así, por el estilo,
que me iban cabreando poco a poco
conforme las pensaba.

Olían a condescendencia, que no es moneda entre amigos.

Y es que allí, donde anida la paciencia,
no puede resistir por mucho tiempo
el ingrediente más débil de lo justo:
de la oportunidad te hablo;
de que aquello que ha de ser no espere a serlo,
no espere a formar parte del destino.
¿Cómo ha de conseguirse con justicia
el tiempo que no fue por desatino?

Así que sólo quiero mirar hacia delante.
Paciencia y barajar, es lo que toca.
Otra mano es la que ahora se disputa
y tú vas a jugar con cartas nuevas.
El tren de este momento está pasando
y espera que te subas sin demora
con tu flamante billete de primera.

¡Que te acompañe la suerte, amigo mío!
Mi cariño lo llevas por delante.

Alfredo Álvarez García
Badajos y febrero, 2016

martes, 8 de diciembre de 2015

A don Juan León Domínguez Martínez

A mi maestro,
que ayer supe que se ha ido.

El otoño de nuevo se me encara
arrancando las hojas que resisten.
Me espabila de golpe, me despoja
de mis alucinaciones
y me dice con aliento de vinagre
que la brisa de mis noches de celindas
solo está ya en mi cabeza,
en el cajón hinchado que contiene
los tiestos que se han roto en el camino.

Ahora te vas.
No sé con quién ni sé a qué puesto. (¡Cómo podría!)
Tampoco sé muy bien cómo rezarte.
A lo mejor, "sea yo tu ahora";
un ahora vuelto sepia y desvaído
como aquellos baberos
de la foto en el patio,
o el olor a virutas
del pupitre de clase.

No vuelvas la cabeza, no hace falta.
Volveremos a invocar la primavera
y encontraremos tras tus pasos elegantes
aquel sutil aroma
de abrótano indeleble.

A. Álvarez,
diciembre de 2015


Hace cuatro años, comiendo en casa.



lunes, 25 de mayo de 2015

Una carta de gratitud

     El día 7 de abril de 2015 encontré por sorpresa, en el restaurante en donde se suponía que íbamos a comer Pilar y yo con Paco y Nata, a una cuarentena de amigos, compañeros los más, pero no todos, que me esperaban para agasajar los años de dedicación a mantener en la Escuela el espíritu humanista de Don Benito, su fundador. He querido agradecerlo con esta carta:

Badajoz, a 23 de marzo de 2015
     Queridos compañeros. Amigos.
     Aunque sea el correo electrónico el vehículo de estas palabras, creo que no se os escapará a la mayoría que están escritas con pluma, con una de mis plumas, viejas confidentes, porque por sus capilares se han acostumbrado a escapar de los míos, deshilachadas, las cosas que no quieren quedarse dentro.
     “Nobleza obliga…”, decía Don Antonio, mi maestro y mi amigo, cuyo sacrificio al decirlo puede que yo conozca como pocos y, por eso, agradezca como nadie. Es "contra naturam" que sea el maestro el que agasaje al discípulo. Es un raro honor que sobrepasa, con mucho, el dudoso mérito de hacer lo que a uno le gusta.
     Obligado quedé yo (no podía ser de otra manera)  a manifestaros nuestra gratitud con esta breve nota.
     He dejado pasar unos días para escribirla por evitar que la sorpresa, la perplejidad y la emoción (por ese orden) tomaran por su cuenta las riendas del trazo y lo enmelaran en exceso. Demorarlo más no tiene caso:
     Muchas gracias, amigos.
     Sobre todo por serlo, pero también por estar, por hacer que el recuento evidencie la suerte que Pilar y yo tenemos, ella jueza y parte en esto, "leitmotive" en casi todo lo demás.
     Estamos en deuda con cada uno de vosotros y así queremos que os conste.
     Un fuerte abrazo de los dos.


sábado, 16 de mayo de 2015

Un breve relato musical para el día del libro

     Radio clásica propuso el enredo: mandar relatos relacionados con la música, de alrededor de 100 palabras, para emitirlos el día del libro. Éste no fue uno de los ocho seleccionados, así que, para que no sea pasto de la ignorancia más absoluta, os lo regalo.
     En la estancia contigua sonaba aquel vals.
     Ya era tarde y la fiebre aumentaba entre el humo, el coñac y los violines.
     No sé bien si ya estaba dormido. Un agudo continuo en mis tímpanos velaba aquel manojo de notas que solía enlazar mi brazo alrededor de tu cintura, bailando. “Este vals, este vals, este vals”: es el corazón, que ha perdido el ritmo binario y marca “in crescendo” una sofocante arritmia en compás de tres por cuatro.
     Me incorporo angustiado y caigo al fin rendido. El alba desvanece el aquelarre sin campanas. En mi cabeza tan sólo aquel golpe de timbal que dio la puerta tras de ti cuando te fuiste.

A. Álvarez,
abril de 2015.
     Hay que oir a Musorgsky en el fondo (Una noche en el monte pelado), y sentir a Lorca en el ensueño (Pequeño vals vienés), puede que en la estela rítmica del grabado de Naranjo.