sábado, 12 de diciembre de 2009

María Teresa León en edición española

He declaro sin pudor mi admiración en la distancia y en el tiempo a quien supo en su momento ser una de las mujeres más admiradas de su entorno en su momento, y que quedó injustamente al margen de la historia. María Teresa León fue una intelectual de tanta talla (si no más) como la que no se le ha escatimado al resto de sus compañeros (y amigos, y admiradores) de la generación del 27, empezando por su marido, quien dijo de ella: "Surgió ante mí, rubia, hermosa, sólida y levantada, como la ola que un mar imprevista me arrojara de un golpe contra el pecho" (La arboleda perdida).

María Teresa León

La guerra la echó de España tras haber luchado desde su trinchera intelectual a favor de las libertades y de la educación (¿no es lo mismo?). Ella fue educada en el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza y de ahí su compromiso que la llevó, en los momentos más difíciles, a ser una de las personas que más activamente defendió y salvaguardó nuestro patrimonio cultural. Es de destacar su decisiva participación, junto a otro nombre que no podemos olvidar, nuestro paisano extremeño Timoteo Pérez Rubio, en la salvación de las obras del Museo del Prado de los bombardeos de la Legión Cóndor sobre Madrid, al final de la guerra.
Luego, el exilio en Francia. Y luego, Argentina, en donde les nació Aitana. Y después, Roma.
Y siempre desarrollando un trabajo intelectual y creativo que aquí no tuvo repercusión, en buena parte porque la figura mítica de Rafael Alberti, convertido en icono político a esas alturas, la eclipsó, excepción sea hecha de los círculos literarios más avanzados, en donde siempre estuvo por derecho.
Rafael volvió con la democracia. Ella, con él (¡con quién si no!), pero con el olvido, que en el destierro había deseado tanto como alivio a su añoranza, devorandole ahora las neuronas. Su cuerpo murió en el 88 en una clínica de Madrid.
Así que me he alegrado lo indecible de que esta semana se haya presentado en Logroño, en donde nació, la primera edición española de sus cuentos. Yo reclamaría una edición completa de su obra, que no fue poca, pero de momento esto ya es un éxito.
Y me he alegrado más aún, si cabe, de que se haya hecho justicia esta semana revisando su enorme figura (esa que, como su propia hija ya sabe, a mí también me enamora tan perdidamente) en el Congreso Internacional "El exilio literario de 1939", celebrado en aquella ciudad.

Aitana Alberti León en su visita a Badajoz

Y me alegro, en fin, porque el olvido es el mayor de los daños que podemos hacernos a nosotros mismos, como criaturas inteligentes. Permitidme parafrasear con cierta libertad a Isaac Newton: Sólo veremos suficientemente lejos para avanzar ligeros y sin tropiezos si subimos a hombros de gigantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario