viernes, 21 de abril de 2017

Presentación de una lectura poética


Café de Autor en la RUCAB
Presentación de la lectura de "Tratado de ignorancia",
de José Luis Bernal Salgado,
por Alfredo Álvarez García


Buenas tardes, señoras, señores; amigos de la palabra, amigos de la poesía.
Lo primero que me pide el cuerpo y que me exige el alma es agradecerle al poeta la insensata invitación que me ha hecho para que le presente esta tarde. Si no lo conociera hubiera pensado que no tiene amigos en este mundo apasionante de la palabra, en el que yo sólo me muevo como un simple lector de a pie. Pero como lo conozco, sé que no le falta, ni en su mundo, ni el mío, ni en el que compartimos ambos, un ejército de amigos que a la más sutil insinuación hubieran ocupado el sitio que yo ocupo sin merito ninguno.
Y es que José Luis Bernal Salgado, a quien hoy dedica la RUCAB su Café de Autor, ha sido siempre un exitoso cultivador de amistades; es más, me atrevo a decir que José Luis Bernal es, en el más completo sentido del término, un seductor. Si a su afable personalidad y a su inteligencia natural se las arma con el filo preciso de su palabra, el resultado es esa seducción de la que es difícil escapar y que le ha rodeado de un amplio grupo de amigos que conforman el citoplasma que cobija el núcleo de su yo interior, el que va a radiografiar en su obra literaria y al que yo trataré de acercarme para Vds. en esta brevísima presentación.
Las palabras son, como digo, el arma y el escudo con las que José Luis se enfrenta a un mundo (a veces más amable, a veces más hostil) con el que interactuar y en el que vivir. De ese mundo compartimos la Academia. José Luis es un hombre de Academia. El canon del universitario bien podía marcarse con sus medidas. Tres décadas largas en el claustro de nuestra universidad lo avalan. Ha sido incluso Secretario General, haciendo de la parte más rutinaria de la gestión un arte que aún se recuerda:
–Extraño oficio para un poeta –escribió alguien– ¡Qué equivocados! ¿Quién mejor que un poeta para hacer memoria de las palabras? –y añadía– …has demostrado que en literatura existe la piedra filosofal y se puede hacer áurea la estadística más taciturna.
En la actualidad es Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura, de la que es Catedrático de Literatura Española, y en donde ha desarrollado su brillante carrera académica, docente e investigadora, alrededor de la Generación del 27, con Gerardo Diego como centro de atención no exclusivo, y sin desatender la literatura extremeña en todo su espectro (desde Rodríguez Moñino hasta la no sé si llamar Generación del 59, en la que no se si incluir al propio José Luis; esto ya se escapa mucho de mis pretensiones).
De su obra académica no voy a hablar (ediciones poéticas, ensayos, artículos, etc.). Ni tampoco de los premios que ha merecido por ella y que pueden encontrarse en internet con facilidad. Baste como botón de muestra, botón dorado, eso sí, el VII Premio Internacional Gerardo Diego de Investigación Literaria, que es obligado referir por su importancia.
Pero como digo, no quiero pararme en esto; hoy quiero centrarme en su obra de creación literaria.
Esta la componen tres libros tan espaciados en el tiempo que se pueden decir los tres “nacidos del silencio”.
El primero ve la luz en 1983 (obra de sus 20 años). Se llama “Primavera invertida” y viene a ser un ensueño, en algún modo precognitivo, con el que el autor pone a prueba sus habilidades poéticas con éxito, ya que con esta obra gana el I Premio Constitución de Poesía.
En 1990 (8 años más tarde), la Editora Regional de Extremadura publica “El alba de las rosas” (obra de sus 30 años), que había ganado el Premio Cáceres Patrimonio de la Humanidad. En esta obra el autor (desde su núcleo mismo) toma conciencia del despertar, asimilando, sin desorden, cada rayo de luz que lo espabila. La vida se descubre como lo más bello, como lo más frágil, como lo más efímero, pero sin perder la esperanza (La noche, larga, ha de acabar en alba, cita a Brines) pero sin perder del todo el miedo y la tristeza (Mira el breve minuto de la rosa, cita a Carnero). Y luego escribe:
Como el mar descabalga
en la fiel escribanía de la arena,
la claridad inunda sin tardanza
los lechos de la sombra,
soledades de luz,
donde yace la noche con el alba.
O
Cómo se vuelve el día en este juego
de occidente a occidente y viceversa.
En este ritmo, no del todo cómodo, comienza a despertar el poeta.

Y en ese duermevela pasan 25 años de silencio, hasta que, de pronto, de nuevo desde el silencio, José Luis Bernal parece querer cerrar el paréntesis abierto con “El alba…”, publicando este “Tratado de ignorancia” (obra de sus 50 años, en esa esquina incómoda en la que comprendemos la medida fugaz de la dicha y el beso –y esto ya no es una cita, sino un lamento).
El poeta se mueve en un mar muy distinto al de “El alba…”. La incertidumbre de entonces se tiñe, sin perder el tono, de catástrofe. Podría ser la aceptación de un destino que anticipa, que parece querer dejar cerrado antes de tiempo, en esa vuelta a la ignorancia que no es más que la vuelta al comienzo, antes del alba, de la vida, de los recuerdos y de la certidumbre, por ese orden.
El primer poema del libro, Breve tratado de ignorancia, es, para no dejar nada al azar, una completa declaración de intenciones:
Todo comenzó con el olvido,
con el olvido mismo,
no con su habitación.
Con esa espesa niebla que congela las rosas.
Es esa niebla la que da fondo a toda la obra. La niebla infinita de los cuadros de Turner durante las tormentas o tras ellas, amortajando los escombros del desastre. La niebla que desdibuja los recuerdos y convoca al olvido como puerta final a la ignorancia primera.
Y por encima de todo, las palabras. Este es el verdadero nexo entre las obras comentadas. Las palabras de cuya lentitud se queja el poeta y nosotros con él, pero que no dejan de ser (abusando de sus versos) las que conocen sus olvidos y sus dones, la precisa razón que le empuja a vivir, y a recordar que vive contra viento y marea.
Y nada más debo añadir ahora, salvo que el libro se enmarca en lo que a mí me parece una excelente colección de lectura obligada de poetas extremeños de las últimas generaciones, entre los que destaca José Luis Bernal por derecho. Esta colección es Luna de Poniente y la editora, De la Luna Libros.
Eso es todo. Mi intención con estas pinceladas ha sido tan solo acercarles brevemente al poeta y ponerles la obra que nos va a leer ahora en el contexto que a un servidor le sugiere, pero ya les digo, estoy aquí sin más credenciales que la amistad. Vds. sabrán perdonar mi atrevimiento.
He dicho.
En Badajoz y a 18 de abril de 2017

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