martes, 8 de diciembre de 2015

A don Juan León Domínguez Martínez

A mi maestro,
que ayer supe que se ha ido.

El otoño de nuevo se me encara
arrancando las hojas que resisten.
Me espabila de golpe, me despoja
de mis alucinaciones
y me dice con aliento de vinagre
que la brisa de mis noches de celindas
solo está ya en mi cabeza,
en el cajón hinchado que contiene
los tiestos que se han roto en el camino.

Ahora te vas.
No sé con quién ni sé a qué puesto. (¡Cómo podría!)
Tampoco sé muy bien cómo rezarte.
A lo mejor, "sea yo tu ahora";
un ahora vuelto sepia y desvaído
como aquellos baberos
de la foto en el patio,
o el olor a virutas
del pupitre de clase.

No vuelvas la cabeza, no hace falta.
Volveremos a invocar la primavera
y encontraremos tras tus pasos elegantes
aquel sutil aroma
de abrótano indeleble.

A. Álvarez,
diciembre de 2015


Hace cuatro años, comiendo en casa.



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