En la estancia contigua sonaba aquel vals.
Ya era tarde y la fiebre aumentaba entre el humo, el coñac y los violines.
No sé bien si ya estaba dormido. Un agudo continuo en mis tímpanos velaba aquel manojo de notas que solía enlazar mi brazo alrededor de tu cintura, bailando. “Este vals, este vals, este vals”: es el corazón, que ha perdido el ritmo binario y marca “in crescendo” una sofocante arritmia en compás de tres por cuatro.
Me incorporo angustiado y caigo al fin rendido. El alba desvanece el aquelarre sin campanas. En mi cabeza tan sólo aquel golpe de timbal que dio la puerta tras de ti cuando te fuiste.
A. Álvarez,abril de 2015.
Hay que oir a Musorgsky en el fondo (Una noche en el monte pelado), y sentir a Lorca en el ensueño (Pequeño vals vienés), puede que en la estela rítmica del grabado de Naranjo.
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